Quiero ofreceros este relato, como regalo. Se titula El Regreso del último Unicornio. Espero que lo disfrutéis...
Cuenta la leyenda que los unicornios son seres puros. Tan puros que sólo se acercan a doncellas inmaculadas, sin corromper, pues su inocencia y falta de maldad, son los ideales que estas criaturas anhelan...
Cuando la época pasada no era tan lejana, todo tipo de seres mitológicos poblaban la Tierra, siendo admirados y temidos, incluso adorados.
Quizá esa dualidad, tan presente en el ser humano, hizo que admirase su perfección, luminosidad y belleza... Pero, a su vez, hizo que la envidia y el deseo de los malvados seres humanos fuesen tan egoístas que quisiesen aprovecharse de la bondad encarnada que tan magnífico animal demostraba a sus semejantes. Es por eso que se aproximan a las hermosas doncellas... Para contemplar su rostro, sin ser perturbados por nada ni nadie. Pero muchas veces no sucedía así... Esas muchachas de angelicales rostros engañaban, y no eran tan buenas como aparentaban. Sólo les interesaba la codicia y el mal... Era el secreto que compartían sólo unos pocos... Y todo por los cuernos de los unicornios, ansiados y anhelados por sus poderes de curación y su utilidad como poderosos amuletos que podrían cumplir los deseos materiales de aquellos que los poseyeran... Aquella época era difícil, y la perversidad se iba instaurando en los corazones humanos, haciendo que olvidasen valores tan maravillosos como la amistad, el compañerismo, la inocencia... Y con cada persona que olvidaba esto, un unicornio que desaparecía. No moría, pues son criaturas inmortales. Sencillamente, dejaban de existir... Es por eso que no se hallan restos o fósiles de tan magnífico animal. Y con cada unicornio desaparecido, más desilusión, hostilidad y maldad... Y así llegamos a la época actual, situada al final del segundo milenio y principios del tercero... En la memoria colectiva quedan resquicios de aquellas fabulosas leyendas, que hablan de extrañas criaturas, mitad águila, mitad león, lagartos voladores o caballos blancos con un solo cuerno. Son cuentos que se cuentan a los niños para dormir, y que olvidan cuando crecen y entierran, definitivamente, el niño que llevan dentro, pues recordar y pensar en épocas pasadas es una pérdida de tiempo. El tiempo es un bien escaso que hay que administrar, como dirían los hombres grises de Momo...
Pero siempre hay niños mágicos, niños que son inocentes y puros...
Entre tanta realidad, cruel y falta de ideas, la fantasía no existe, salvo en la mente de criaturas inocentes que no son escuchadas o son ignoradas por los adultos, que sólo piensan en ellos y en la necesidad de traer adultos en miniatura, pues el mundo no ha de cambiar. Eso ocasiona que la mitología sea olvidada por esa peligrosa Gran Masa, inmiscuida en sus “realidades” y frustraciones...
En una casa cualquiera, un niño se despierta sobresaltado. Un extraño sueño le tiene perturbado:
Un hermoso caballo blanco de piel y crines amarillas, galopa por un verde valle. Era tal su pureza, que brillaba, logrando eclipsar al mismísimo Sol, quitándole todo el protagonismo al astro... Había un rasgo muy particular: un único cuerno que coronaba la frente de aquel magnífico caballo... Muy contento e ilusionado, fue a contárselo a su mamá, pero esta no le escuchó, pues atendía a unos clientes de su empresa. No perdiendo la ilusión, el pequeño se dirigió a su papá, quien tampoco le prestó atención, ya que estaba cansado del día tan agotador que había tenido... Tras esto, el niño, que no tendría más de cuatro años, se fue a jugar. Mientras andaba, iba hablando con su amigo invisible, describiéndole la magnífica criatura que había visto...
Una misteriosa y desconocida persona se le acercó. Vestía una oscurísima túnica marrón gastado, y llevaba una larguísima barba gris. Aquella criaturita se inquietó, pero no se asustó... Incluso sintió paz cuando habló:
-Yo sé dónde está.
-Mi mamá me ha dicho que no hable con desconocidos-, respondió siguiendo un protocolo aprendido.
-Mira-, respondió aquel extraño individuo, abriendo un verde valle. A lo lejos se escuchaban unos cascos de caballo... El galopar era constante y cada vez más cercano. El niño no se movía. Estaba cada vez más contento. Sentía la energía acercarse a él. Era su caballo blanco, con un solo cuerno dorado, que se aproximaba a él y le besaba la mano extendida. Ensimismado, escuchaba al mago:
-Es un Unicornio, el último que quedaba, que ha regresado porque tú eres inocente, puro. Porque eres amor y ternura. Los unicornios no pueden vivir entre maldad. Gracias por ser un niño.
Éste no entendió aquellas palabras que decía el misterioso desconocido en el que confiaba, aunque sí sintió el unicornio y sus besos y caricias. La pureza de sentimientos, el amor y la amistad regresaban a los seres humanos de manos de un niño, sin el más mínimo ápice de maldad o sentimientos insanos.
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