jueves, 22 de abril de 2010

Bolígrafos, papel y megabytes

Hace ya unos meses, cuando comencé a escribir mi última novela, que aún se fragua, redescubrí el placer de redactar a mano, sin necesidad de sentarme delante de la pantalla, aunque después vuelque la información al ordenador, lo cual me ha servido para reposar más de una columna o el post diario, corrigiendo su contenido y depurando su estilo, algo que había olvidado al plasmar de forma directa delante de la pantalla. Siendo consciente de la utilidad de la informática, este retorno a los cuadernos no ha de significar abandono de las nuevas tecnologías. Más bien al contrario, ya que es más fácil usarlas y no ser dominado por las mismas, como habitualmente sucede a nuestro alrededor. Aparte, el hecho de escribir es un placer que nada tiene que ver con la mecanografía de textos. A mí siempre me ha gustado elegir bolígrafo y cuaderno a la hora de abordar un proyecto, convirtiéndose en toda una tradición y ritual imprescindibles en el momento que decido organizar las notas que darán forma a mi escrito, ya sea novela, relato o poema, que no poesía. Durante una larga temporada de más que meses, mi escritura se tornó virtual, sin manuscritos que diesen fe de mis apuntes, pero ahora vuelven a ocupar mis cajones, y de vez en cuando, si no siempre, releerlos y mirarlos se convierte en todo un placer.

lunes, 19 de abril de 2010

Lo tenía todo

De las frases más utilizadas y comunes para recriminar el hecho consumado de la decisión de un suicida, una de las más usadas es aquella que asegura que quién decidió abandonar la vida lo tenía todo. Siempre que escucho esta sentencia absoluta, ex cáthedra diría yo, observo que sólo se utiliza para hacer inventario material, hablando de cuernos de la abundancia, comentando las excelencias de su trabajo o estudios, la pareja que acompañaba, estable o no, o los más dispares asuntos, sin olvidarnos del insulto fácil por no afrontar los desafíos de la existencia. Mas nadie mira conflictos interiores que suelen reflejarse si se observa y no sólo se ve, ya que tras un suicidio siempre hay señales evidentes que son mostradas si alguien se detiene a interpretarlas. Con dos amigos suicidados, puedo hablar de la incomprensión de los mismos, siendo incapaz de hacer un rápido juicio de los motivos que llevaron a ambos a tomar dicha decisión, así que trato de sobrellevarlo lo mejor que puedo pese a los años transcurridos, intentando evitar que se trivialice de forma alegre e irrespetuosa, al ser convertido en una mediática tragedia con el único interés de experimentar con los sentimientos del resto, ya que nos encontramos delante de un asunto demasiado profundo e importante a la vez que íntimo donde sólo cabe la duda y el dolor de quien se queda aquí.