martes, 21 de febrero de 2012

La codicia de la corrupción

Hablar de corrupción y política sin asociar ambos términos se está convirtiendo en un imposible, ya que a diario vemos los más turbios asuntos de nuestros representantes. Poco importa si están en el poder, en la oposición o exentos de representación. Sin embargo, muchos políticos van más allá de la mera corrupción y el mangoneo más descarado, ya que se dedican a alterar paisajes, destruir centros históricos de ciudades o acabar con barrios emblemáticos para complacer a aquellos que les regalan maletines cargados de billetes de 500, amplias mansiones exentas de retribuciones al erario público o cualquier otra cosa que permita desarrollar esos faraónicos proyectos. No es difícil ver gigantescos teatros en poblaciones donde sus habitantes se cuentan por centenares o ruinas arqueológicas sepultadas por mierdas en forma de setas que se caen a trozos y cuestan tanto que se tarda décadas en terminar de pagar. ¿Qué interés lleva a un mandatario a desafiar a la UNESCO y hacer que una ciudad deje de ser considerada Patrimonio de la Humanidad? ¿Tan sólo resulta rentable aquello que reporta beneficios económicos? Yo creo que no, que hay cosas más importantes que un simple puñado de euros, los intereses especuladores de aquellos que manejan el cotarro y los corruptos al servicio de la codicia, el poder y el dinero. Ser cómplices silentes de estos seres empeñados en destruirlo todo debería estar tan penado como la propia corrupción, pues no hay derecho a que se destruyan conjuntos arqueológicos, Historia o Bienes Culturales por el capricho de un garrulo que ostenta el poder y se cree que manda. Si estos son nuestros gobernantes, qué futuro más negro nos espera...