martes, 2 de octubre de 2018

A vueltas con el feminismo

Hoy voy a escribir sobre el feminismo. Muchos me tildarán de loco con la que está cayendo, y otros u otras(recalco bien lo de otras) me insultarán porque soy un hombre blanco heterosexual que habla sobre feminismo. Y es precisamente este punto de inflexión el que me hace reflexionar sobre el asunto que nos atañe. Porque estoy cansado de ver que se ha desvirtuado la idea feminista y en la forma en la que se ha hecho.
Pero antes de entrar en consideraciones, convendría recordar qué es el feminismo. Según nos dice la Wikipedia en el primer párrafo de su entrada, el feminismo es un conjunto heterogéneo​ de movimientos políticos, culturales, económicos y sociales que tiene como objetivo la búsqueda de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y eliminar la dominación y violencia de los varones sobre las mujeres y​ de los roles sociales según el género.​
Sin embargo, de una temporada para acá, eso que nos venden como feminismo, dista mucho de esta definición, puesto que se ha convertido en una idea de dominación sobre el hombre. Se ha impuesto el lenguaje inclusivo y se ha adoctrinado en él, sin pedir permiso para ello. Una deformación del lenguaje en el cual se llega a extremos tan ridículos como darle género femenino a la palabra libro, inventar la palabra miembras o portavozas, o comenzar una campaña de acoso y derribo contra la RAE por el uso machista del lenguaje, cuando la Academia sólo recoge su uso y trata de que se emplee de manera correcta.
Y no sólo eso, sino que en un interés revanchista, imponen cuotas y listas paritarias, sin importar la valía de las personas que vayan en las mismas. Se le da preferencia a la mujer frente al hombre por el simple hecho de serlo. Es más, diría yo que se ha creado una discriminación hacia el hombre, sólo por haber nacido varón, repitiendo los errores que tanto se critican y condenan. Y no, señoras y señores. no. Esto no es feminismo. El feminismo es una cosa mucho más seria. No es un quítate tú para ponerme yo, ni un odio irracional a aquellas palabras que terminan en o y no en la vocal a.
 El feminismo es una lucha por la igualdad real, por el reconocimiento de las personas, independientemente de su sexo. Tal como dice la Wikipedia en su primer párrafo, el objetivo feminista busca la eliminación y violencia de los varones sobre las mujeres, pero también cuando se produce al contrario. Porque el verdadero Feminismo quiere una igualdad real, sin roles sociales de género. ¿Hace esto lo que llaman feminismo? No. Impone, insulta, desprecia por el simple hecho de no ser mujer. Y es una verdadera lástima, porque se ha desvirtuado tanto la lucha por la igualdad y la equidad que no se entiende que hombres y mujeres somos compañeros en el trayecto de la vida.

martes, 29 de mayo de 2018

Adiós a Los Amarillos

El próximo tres de junio, la empresa de transporte Los Amarillos dejará de prestar servicios en la línea que cubría los trayectos entre Los Palacios y Villafranca y Sevilla, entre otras tantísimas. Por fin se terminan décadas de abusos, tácticas (presuntamente) mafiosas e incumplimientos de horarios. También se pone punto y final a la actitud chulesca y desafiante de la empresa, a la cual sólo le ha importado el importe de los billetes que los usuarios pagaban, aunque el servicio fuese pésimo y se echase de menos la limpieza y la higiene. Y es que, desde 1927, en Los Amarillos nunca se han hecho las cosas bien. El constante incumplimiento de los horarios y la falta de seriedad a la hora de prestar los servicios, se había convertido en una práctica habitual y era extraño que los autobuses saliesen a su hora. Es más, alguno de los chóferes decían sin pudor que era imposible que los horarios se cumpliesen, ya que la empresa no era el AVE(sic) y que era mejor hacerse a la idea de ello. Incluso se argumentaba que el transporte de viajeros era deficitario y que la empresa perdía dinero en algunas líneas, puesto que lo verdaderamente rentable eran las mercancías y paquetes. Cuando se rompió el contrato, la actitud de algunos de aquellos que estaban frente al volante llegó a ser hostil y desafiante. No sé si por orden de la empresa o por la presión constante de los usuarios que deseaban saber más o estaban cansados de la falta de formalidad, seriedad y compromiso de Los Amarillos. No ha sido extraño escuchar  que la cosa podía ir a peor o que se iba a echar de menos a la actual empresa. Eso por no hablar de quienes negaban el libro de reclamaciones e impedían el derecho a protestar.
Personalmente, tengo una lucha contra Los Amarillos que viene de lejos. De mi época de estudiante de Artes Aplicadas, allá por mitad de la década de los 90 del siglo pasado. Siempre he querido un transporte público y de calidad, puesto que creo que es algo necesario en nuestra sociedad. Sin embargo, me topé de bruces con los primeros abusos que, al igual que otros usuarios, sufrí por parte de la empresa. No se trataba del incumplimiento de los horarios o viajar hacinados como sardinas en lata, que también. Se trataba de un conductor: Juan Pozo Bellver, cuyos modos dejaban mucho que desear, pues tenía una actitud extremadamente agresiva. Tanto con los viajeros como en la carretera. A los primeros los trataba a base de insultos y desprecio por el simple hecho de acudir a Sevilla a estudiar o trabajar, con comentarios que podrían suponer delitos de difamación. La primera vez que reclamé a la empresa el comportamiento de este señor, recibí su primera amenaza: Dale gracias a Dios que trabajo en Los Amarillos, que si no, te rajaba el pescuezo. Una amenaza que siguió a muchas otras hasta que, una vez jubilado, me agredió tras haberme dicho que una vez se jubilase ajustaríamos cuentas. En la carretera, su conducción era agresiva y temeraria. Y aún así, terminó su vida laboral en la empresa, de la cual salió con todos los honores. De nada sirvieron mis reclamaciones, porque me vi solo ante el peligro. A la empresa no le importaron las quejas constantes ni se molestaron en averiguar qué pasaba.
Han sido muchas décadas, casi un siglo de abusos, acoso y otros despropósitos que, a Dios gracias, concluyen en unos días. Sólo deseo que la nueva empresa, Damas, actúe con la seriedad y el respeto que merecen  todos y cada uno de los habitantes de Los Palacios y Villafranca.