lunes, 11 de julio de 2016

Muerte de un torero

No me gustan las corridas de toros. Tampoco me molestan. Entiendo que es una salvajada que ha de desaparecer, pero no desde la prohibición, sino desde su propia extinción como pasó en Canarias, cuando se prohibieron porque no existía afición. Hace unos años, cuando se prohibió la Fiesta en Cataluña, una "amiga" me retiró la palabra entre insultos y descalificaciones porque me opuse a dicha decisión política. Esa misma "amiga" que insultó a mi padre y mi abuela por ser grandes aficionados a los toros, descalificaciones que no le permití en su momento.
Ayer murió un torero. En el combate entre astado y humano, Victor Barrio murió embestido por Lorenzo con tan sólo 29 años, dejando una madre desconsolada y destrozada de por vida. Y no sólo por la cornada que hirió mortalmente a su hijo. Sino por una serie de personas que se definen como "animalistas" y "amantes de los animales". Permitidme que entrecomille estas definiciones porque son inexactas, ya que se alegraron de dicho fallecimiento y enorgullecieron de sus opiniones haciendo gala de una extremista intolerancia que no se debe permitir. Si de verdad fuese así, amarían la vida por encima de todas las cosas. No la vida de un toro, una cabra, un perro o un gato sino la vida de todos los seres vivos por encima de todas las cosas.