Cambio de planes

Esta mañana quería escribir sobre la televisión y su, bajo desde mi punto de vista, mala calidad de emisiones, pero dejaré el tema aparcado por esta ocasión para comentar una conversación que he tenido con un amigo, con el cual me encanta hablar de política, ya que es alguien que sabe mucho sobre el tema. Le hablé de nuestro rinconcito en la red, y le invité a que nos visitase, a lo cual me preguntó sobre el contenido, comentándole que había escrito sobre la agresión racista de Barcelona. Su respuesta me heló la sangre: No veas a ese chaval como verdugo. Es tan víctima como la niña agredida, pues la sociedad lo ha hecho así... Es la prueba evidente de que el sistema falla, y eso no lo ven los políticos, ni nadie... Mi respuesta fue evidente: Me niego a ver a ese individuo como una víctima, pues se trata de un intolerante, de un racista, y jamás he podido soportar ese tipo de actuaciones, y menos entenderlas o justificarlas. Justificar este hecho es como justificar la violencia de género. Nadie ve una víctima al que agrede a su pareja o la asesina, y sin embargo quieren victimizar a un racista xenófobo, cuyas palabras de arrepentimiento se contradicen con su actitud prepotente. Tan intolerable es un acto como otro, y debemos estar en contra de hechos como estos. Nos piden tolerancia, respeto, pero contra estos individuos no se puede usar ninguno de ambos conceptos, ni siquiera el entendimiento. Debemos rechazar de forma enérgica comportamientos vejatorios, insultantes, humillantes. Es cierto que el sistema va mal, pero jamás ha estado como debería estar, y ver a un racista xenófobo como una víctima del mismo es perder la poca dignidad que va quedando en este mundo podrío y sin ética.