martes, 15 de febrero de 2011

En España no caben más tontos

El refranero popular está plagado de expresiones para definir la cantidad de personas tontas que existen. Y sí, esta vez me refiero a personas sin luces y no a la gente, que ya sabemos cómo se las gasta, pues viene incorporado en el fenotipo de la masa. Ayer, mientras almorzaba con una amiga, me dijo una frase de cierto escritor cuyo nombre no recordaba: En España no caben más tontos. Y si bien es cierto que no le falta razón, yo iría más allá al afirmar que le sobra. Hay tontos oportunistas que se enganchan a las oportunidades para ocupar puestos reservados para personas inteligentes y preparadas, que ralentizan el funcionamiento de los organismos que dirigen y enredan en una maraña de burocracia innecesaria en más de un caso. Porque encima son tontos con suerte a los que parece sonreírles la Diosa Fortuna y los hados del destino, mientras el resto de los mortales se enfrenta a crisis, miserias y frustración constante por no lograr los objetivos personales, profesionales o de cualquier otro índole. Pero no todos los tontos ocupan altos cargos, ni todos los altos cargos son tontos. Los hay de a pie, que pueden pertenecer a la masa o ser individuos que destaquen precisamente por esto, por su tontez, que no estupidez. Estos son los que defienden lo políticamente corresto, se sienten ofendidos por cualquier nimiedad o actúan de formas que ni tengo espacio ni ganas de enumerar. Tontos hay. ¡Ojo! Y tontas, que después se ofenden. Demasiados, diría yo, de los cuales sobran la gran mayoría, y es cierto que no puedo estar más de acuerdo con la cita del escritor, aunque yo iría más lejos y propondría que si en España no caben más tontos, ¿por qué no se exportan o mandan a otros lugares como el carajo -entendido como el palo mayor de las embarcaciones- o países con demanda o carestía con demanda de lo mismo?

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