miércoles, 24 de febrero de 2010
Trasgesión, ignominia y vergüenza
Como siempre, me entero tarde de las polémicas. Uno de los motivos por los qué sucede esto es por la nula atención que le presto a la televisión. Mientras veo Sé lo que Hicísteis, como viene siendo habitual a diario, me encuentro con un individuo que, lejos de respetar y acatar la decisión de haber perdido la candidatura a representarnos en Eurovisión, empieza a tocarse la entrepierna, profiriendo una cantidad de insultos y palabrería obscena, acompañada de bailes que rozan la infamia y sobrepasan los límites de la ignominia. Un candidato perfecto a esa Gañanada del día que tanto me gusta, pero que ni siquiera se merece, pues no es interesante ni para dar asco, aunque sí meritorio del más desprecio en forma de olvido, pues su actuación debe ser relegada al limbo de la ignorancia. No merece mención alguna, ni que se hable de él, pues su ambición es la fama parasitaria, esa carente de oficio o beneficio, que catapultará a la cresta de la ola a un apologista del machismo más vomitivo, apoyados por el morbo barato y el mal gusto de carroñeros directores de contenidos y una sociedad que ensalza los valores del insulto y ríe algo exento de gracia alguna. Porque, hablando claro, excluyendo la retórica, el otro día en la Gala de Eurovisión, se sobrepasaron los límites de la libertad de expresión, ya que se ofendió, insultó y vilipendió gratuitamente. Todo por carecer de deportividad a la hora de aceptar el resultado de una votación.
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