sábado, 24 de enero de 2009

Inmensidad del Universo

Contemplo el planeta desde una de las ventanas del carguero espacial que nos transporta hasta el otro lado de la Galaxia. Escucho, en silencio, los ruidos de la nave, mientras medito sobre la misión encomendada. Los viajes interestelares son así. Mientras el resto de la tripulación duerme o trabaja, yo estoy solo, en el puente de mando, viendo quásares y estrellas consumirse o nacer, en un espectáculo visual, como si de una película de efectos especiales se tratase. En la inmensidad del Universo, me siento pequeño, insignificante y efímero. Sé que hace millones de años que esas novas o supernovas dejaron de existir, mas nos llega su luz y su energía, como un retardo de eso de la emisión, o un programa diferido. Disfruto con esas luces, esas llamas imposibles ante la falta de oxígeno. Los ruídos de nuestro transporte, son ignorados ante la belleza del espectáculo espacial que la inmensidad del Universo nos regala. Atrás quedaron los Rayos C de Orión, o las Puertas de Tanhauser. Años luz nos separan de la Tierra, destrozada por aquellos que no creyeron en su salvación, o que decían creer, pese a que era mentira. Ahora buscamos otro planeta, sin prisas, en esta estación espacial que cuenta con los mayores adelantos. Es una pena que se haya acabado así con la vida de un planeta. Es una pena que se haya sido tan inconsciente.

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