jueves, 20 de noviembre de 2008

Autobuseros

Ayer me encontraba con unos servicios mínimos en los urbanos de Sevilla, sin saber a qué era debido, pues cuando pregunté a uno de los conductores qué sucedía, tan sólo me dijo que no había personal suficiente. Hoy, al leer la prensa, supe que se trataba de una huelga de celo, en solidaridad con un compañero que se suicidó a causa de un expediente disciplinario tras la huelga del año pasado. Si bien siento la muerte del trabajador, aunque no la entienda por mi incomprensión del suicidio, no puedo compartir ni tolerar que desde los sectores más conservadores de la ciudad, se diga que los conductores de Tussam no tienen motivos para quejarse porque su jornada laboral es de 35 horas, entre otras excusas. A ellos sólo les importa que los autobuses vayan bien, sin importarles las presiones a las que los conductores expedientados puedan sufrir por culpa del comité de empresa, y las secuelas psicológicas que puedan tener. Sinceramente, esta vez no me ha importado esperar el autobús, y desearía seguir haciéndolo, si eso significa dar mi apoyo a los trabajadores y trabajadoras, que también las hay, sin vestuario femenino o baño exclusivo para ellas. Y después se pregunta esa derechona anacrónica y fascista que por qué se quejan. ¿Acaso es justo que las presiones de una empresa lleven al suicidio a un trabajador que será descubierto por su mujer e hijas de corta edad? ¿Acaso no se merece la solidaridad de sus compañeros y compañeras? ¿Acaso no merece el respeto del resto de la sociedad? Antes que ofender a las víctimas de los abusos de una empresa, sería necesario recapacitar sobre las condiciones laborales y personales que esa persona tenga dentro de su empresa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión es importante