lunes, 11 de enero de 2010
Semillas de odio
Sinceramente, a veces me pregunto para qué demonios existe la Unión Europea. Y uno de los motivos es el clima de intolerancia, racismo y xenofobia que recorre el continente. Que si la prohibición de construir minaretes en Suiza, que si la penalización de la inmigración ilegal en Italia, o la negativa a empadronar a quiénes no tengan permiso de residencia o trabajo en Vic. Medidas populistas, fascistas e intolerables en una sociedad democrática que presume de progreso, y menos si son propiciadas y auspiciadas por la izquierda. Que Europa es está unida es una utopía, pues las diferencias saltan a la vista, ante la mirada impasible de una sociedad aletargada, idiotizada y agilipollada por su extrema incultura, fomentada por los medios de comunicación, y la complicidad de la clase política, interesada en tener borregos que les sigan y adulen, en vez de ciudadanía inteligente. Vuelvo a gritar, una vez más contra la intolerancia, pues mi voz no será acallada. Ninguna persona es ilegal. Basta de aceptar extranjeros que juegan al fútbol, con sueldos astronómicos y rechazar a las criaturas que no tienen ni para comer. Basta de ese racismo hipócrita que acepta y se somete al extranjero rico y desprecia y humilla a quién no tiene recursos. Basta de la complicidad de la sociedad y la falta de educación en tolerancia.
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