jueves, 30 de julio de 2009

Morir por unas creencias

Hay muchísimas cosas que jamás llegaré a entender, por mucho que traten de explicármelo, de razonármelo, o sencillamente planteármelo, pues se me escapan a la lógica o el entendimiento. Una de esas cosas es la negativa a donar o recibir trasplantes en algunos cultos religiosos como puedan ser los Testigos de Jehová. Basándose en no sé qué pasaje del Éxodo, perteneciente a la Biblia, rechazan de pleno ser trasfundidos, incapaces de responder con un sencillo sí o no al ser preguntados por esta opción harto demostrable que salva vidas. Hace unos días, en un accidente ocurrido aquí, en Los Palacios, una mujer testigo de Jehová falleció en el hospital al negarse a recibir sangre, necesaria para su supervivencia. No voy a criticar su decisión, pues fue libre de rechazarla. Tampoco voy a alabar su decisión. Mi ética me lo prohibe. Tan sólo voy a hablar de la vida, ese regalo que todo el mundo tiene la suerte de disfrutar, más felices o no. La sangre pudo salvarle la vida. La solidaridad de cuantos donamos pudo haberle dado unos instantes más de vida. No entiendo cómo se puede ser tan ciego. Cómo se puede negar la evidencia, Me resulta inconcebible e incomprensible que se pueda hablar de amor cuando no se ama la vida.

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