miércoles, 3 de junio de 2009

Momentos de intimidad

Cuando se toca la expresión momentos de intimidad, no es nada raro ni extraño pensar en sábanas, cuerpos desnudos, gemidos y sexo, ya sea compartido o en solitario. Sin embargo, muy pocas personas se paran a pensar que esos momentos de intimidad puedan suponer una cena con alguien que te importa, unas risas desaforadas, o unos llantos desconsolados, alejando los verdaderos momentos íntimos de lo qué son y la importancia que tienen. En los últimos meses he vivido muchos de esos momentos, que guardaré para mí, aunque os cuente, les cuente que los he vivido. La intimidad es algo que corresponde a cada persona y su libertad, y en él, en élla está revelarlos o no. No voy a entrar si debe hacerse o no, pues son decisiones demasiado personales como para opinar tan a la ligera. La intimidad, las intimidades y sus momentos son tan personales que hablar de ello se presenta una empresa harto difícil y todo un desafío para quién desee hacerlo. Por eso me he atrevido a contaros, a contarles, sin miedo ninguno, sin red que es importante conservar lo vivido, lo soñado, lo divino y lo humano, lo trivial y lo profundo y que desvelarlo o no es algo que sólo corresponde al individuo y su inteligencia, y no a la masa, ese ser asustadizo y torpe que tanto daño nos hace.

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