jueves, 12 de junio de 2008

Mayores

Desde muy temprana edad, nuestros mayores se han visto en la obligación de trabajar para llevar el sustento a sus hogares, dejando atrás su infancia y adolescencia porque debían cuidar ganado, labrar la tierra o realizar cualquier otra labor que les permitiese ganar el jornal diario para subsistir. Hoy por hoy nos parece aberrante ver cómo multinacionales del deporte contratan mano de obra infantil para la realización de sus productos. Y lo es. Pero ese no es el tema a tratar, puesto que quiero hablar de la actualidad, de unos mayores que deberían poder disfrutar de una jubilación tranquila, sin preocupaciones, puesto que se lo han ganado a pulso, desde muy corta edad, de no ser por el Destino, ese cruel e implacable dios que nos tiene deparado sus más arbitrarios designios. Cuando ya parece que pueden empezar a vivir, enfermedades como el cáncer, mestastasiado o no, el alzeimer, la demencia senil y otros males que no sé ni deseo nombrar hacen su aparición, para que sigan su periplo de sufrimiento, por si no lo hubiesen hecho ya a lo largo de su larga vida. Es injusto. No se merecen esto, ya que han estado todo su vida sacrificados por otras personas, como sus padres y hermanos, y desde que ellos experimentaron la paternidad, su entrega fue para nosotros. Nunca han podido vivir su vida, y cuando parece que empiezan a hacerlo, la vida les da estos mazazos. Por eso escribo hoy esto, como homenaje a aquellos y aquellas que nos dieron la vida, y dieron la suya por nosotros. Se lo merecen

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