sábado, 17 de noviembre de 2007

El Relato de la Semana: Infancia renunciada

Caminaba solo por la calle, a altísimas horas de la madrugada, pues hacía muchísimo tiempo que no me encontraba con ganas de estar solo, y no es que me disguste la gente, pero esa noche era especial. Necesitaba estar solo, pues quería meditar sobre cómo me estaba tratando la vida, que no lo hacía nada mal, ya que me brindaba la oportunidad de ir cumpliendo mis sueños, tras tantos años de sufrimientos y necesidades. Tras tanto folleto repartido, llegó mi momento, y encontré un trabajo tan bien remunerado que me permitía despilfarrar y gastar a diestro y siniestro. No sé cómo me las apañaba para manejar tan bien el presupuesto, pues la letra de la hipoteca era increíblemente elevada. Era el precio que tenía que pagar por estar bien situado.
¿Y mi novia? Era para verla, con sus curvas voluptuosas y un cuerpo que cualquier top model o azafata envidiaría. Todo el mundo me lo comentaba, lo cual me hacía que quisiese seguir presumiendo de ella.

Aquella noche no había nadie, y la luna llena le daba un aire mágico, que me gustaba sentir mientras pensaba en lo bien que me iba todo, a la vez que escuchaba el sonido del silencio que me rodeaba, pues me gustaba saber que estaba solo, en compañía de mí mismo. El único que me era fiel, y al único a quién debía explicaciones. En ese momento de reflexión fui interrumpido por unos lamentos en la lejanía. Al principio parecía un animal que se quejaba, pero no era así... Se trababa de un llanto infantil, muy desgarrado y amargo, que me impedía pensar en otra cosa, ya que aún conservo mis sentimientos, por muy pocos escrúpulos que me hayan quedado y sólo piense en mí, y en mi éxito personal y financiero. Debía ayudar a ese niño o niña que parecía necesitar ayuda inmediata. Cuando llegué y vi que era un niño, me quedé allí, parado, sin saber qué decir, ya que su cara me resultaba de lo más familiar, cuando me miró a los ojos y me preguntó:
-¿Por qué?
-¿Por qué, qué?- respondí intrigado.
-¿Acaso te conozco?
- Me conoces muy bien. Mejor de lo qué crees.
- No te entiendo. Desconozco de lo qué me hablas.
- Deberías recordar y conocerme muy bien, ya que un día, no hace mucho, fui tu infancia...

2 comentarios:

  1. Me a gustado mucho tu relato,
    sabes creo a veces nos olvidamos
    de lo que fuimos, y solo recordamos
    lo que queremos ser..

    saludos tio

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  2. En esta vida,solo nos preocupamos de ir atesorando valores,que solo valen ante la galeria,luego cuando estas a solas y te paras a mirar un poquito dentro de ti,te das cuenta de que con esas miras,la vida no tiene ningun sentido,pero nos consolamos pensando que lo tenemos todo,pero nos falta lo principal,las ganas,las ilusiones las motivaciones que te impulsan a hacer algo,que te apetece,por el simple hecho de hacerlo,como lo hubiese hecho ese/a niñ@ que todos llevamos dentro y que muy pocos somos capaces de escuchar porque la vida nos lo trata de impedir con sus normas,dobles morales....
    No sabes cuanto me gusta que mucha de las noches en las que hablamos,no seamos nosotros sino esos niños que le damos libertad
    Un besazo Gaby,que sabes que te quiero bien

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