miércoles, 4 de octubre de 2017

Ropero, el lugar de la humillación

Los que me conocéis, sabéis que no suelo hacer publicidad de negocios a no ser que me paguen por ello o exista una relación muy personal con los propietarios. Esto de comer a diario y pagar facturas es un grave defecto que tenemos los escritores. Pero bueno, la vida es así. Sin embargo, hoy nos ha sucedido algo tan vergonzoso y humillante que no me queda más remedio que compartirlo con vosotros y lograr que el resto se haga eco de lo sucedido. Hoy hemos estado mirando ropa por la calle Feria. Tenemos una celebración importante y nos apetecía vestir de manera especial. Dando un paseo, descubrimos a la altura del 37 de esa calle una tienda de ropa vintage, llamada Ropero. Muy pequeña y, aparentemente, muy acogedora. Nos dirigimos a su interior y, tras dar los buenos días, comenzamos a ver sus artículos. Mi pareja ve un corsé del que se enamora y empieza a ver de qué forma le puede combinar. A ella no le entra porque está obesa y pide ayuda a la dependienta, que no sabemos si es la dueña. Ya empiezan las malas caras y las pegas a si le está bien o no. Nieves, que es magnífica aportando soluciones, comienza a darlas para poder vestir la prenda. La persona que vende, empecinada en lo contrario y rogando que no se abra la prenda, puesto que le resultaría difícil volverla a abrochar. Más interesada en querernos fuera del local que en cerrar la venta, hace sentirse humillada a mi pareja por el simple hecho de ser una persona obesa. Jamás volveré a esa tienda, y mucho menos la recomendaré, puesto que esa actitud es intolerable en cualquier persona que esté al frente de un negocio. Al contrario. Será uno de los sitios no recomendados a la hora de comprar ropa. Porque antes que nada, el respeto es algo que no se ha de perder en ninguna circunstancia, y menos si se está al frente de un negocio. Ya sea de en propiedad o si se es un mero trabajador.

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