miércoles, 14 de marzo de 2012

Radiobasura

Debo reconocerme como un fiel oyente de la radio, pues el mundo al que nos transporta las ondas nada tiene que ver con el secuestro que la televisión nos hace al requerir toda la atención para la misma. El otro día, mientras escuchaba Radiolé descubrí por qué me resultaba una emisora repulsiva y poco atractiva a la vez que interesante. No se trataba de la música ofrecida y ofertada, que no es santo de mi devoción, ya que a mí me gusta más el flamenco puro que los sucedáneos y el sevillaneo o lolaileo más cañí, sino el modo de tratar las llamadas de los oyentes. Mientras se recibía una llamada de alguien que aireaba los trapos sucios y la mierda de su vida, el locutor de aquel programa (Café Olé) no era capaz de callar a esa mujer ni tener firmeza para evitar que esta señora contase no sólo su intimidad, sino la de otras personas, alzando la voz y llegando al insulto, en una vulgar imitación de esa mierda a la que llaman programas del corazón. Lejos de evitar esta humillante y vergonzosa intervención, nadie hacía nada por cortarla o interrumpirla, ya que estaban encantados con el interés mórbido que suponía . No entiendo cómo se puede fomentar este tipo de comportamientos bajo el amparo de la Libertad de Expresión, pues eso sólo son maneras de gente extra-ordinaria, que desconoce el significado de las palabras respeto, tolerancia o intimidad.

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