lunes, 5 de septiembre de 2011

Techo de gasto

A riesgo de ser impopular y políticamente incorresto, debo decir que no me parece tan mal que se ponga por ley un limite al gasto de las Comunidades Autónomas, ya que se ha abusado como nunca del dinero público, pensando que ya llegaría otro que haría frente al despilfarro cometido o que nunca se acabarían los garbanzos de la olla gorda, como si fuese un pozo sin fondo o el Cuerno de la Abundancia. Esta reforma constitucional no es otra cosa que un poco de sentido común entre tanta locura consumista y capitalista, entre proyectos faraónicos dignos de los mandatarios del antiguo Egipto o desfalcos masivos y robos evidentes, pero no una imposición de esos mercados que nadie sabe qué coño son ni quién es el cabrón que está detrás de ellos, porque no creo que presuma de decencia cuando permite que la gente, literalmente, lo pierda todo. No estoy nada de acuerdo con Iñaki Gabilondo cuando afirma que la Democracia se rinde ante la presión de los mercados. ¿Acaso debo permitir que se despilfarren mis impuestos en coches oficiales aparcados a la intemperie durante meses o en sueldos a consejeros inútiles? ¿Es lícito que una empresa tarde en cobrar años un trabajo de apenas unos centenares de euros? ¿O acaso podemos permitir escándalos como el de los ERE en Andalucía? La Democracia no claudica cuando se exige que no se endeude más de la cuenta. Al contrario. Sale más reforzada.

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