martes, 20 de septiembre de 2011

Sobre el terrorismo y los golpes de Estado

Bajo mi punto de vista, para perpetrar un atentado terrorista no es necesario estrellar aviones contra rascacielos, poner bombas en los bajos de un coche o matar a concejales u otros representantes políticos con un tiro en la nuca, previo secuestro o no. Se puede aterrorizar a través del propio terror, valga la redundancia, desproveyendo a los ciudadanos, las personas, de todo aquello por lo que han luchado toda su vida a través del robo de sus empleos, sus sueldos y pensiones, lo cual es imprescindible para poder hacer frente a los gastos necesarios para comer, sobrevivir o malvivir. Es por eso por lo que siempre he dicho que no sufrimos una crisis, sino un atentado terrorista en toda regla del cual sus autores siguen impunes y prolongándolo hasta que se cansen de humillarnos y vapulearnos como si fuésemos la basura revuelta de cualquier contenedor, pues nos consideran eso, bajo la vergonzosa mirada de una clase política ocupada en su propio interés y competir para ver quién llega a ser más corrupto que el anterior o adquirir callos en las rodillas debajo de las mesas de mercaderes y banqueros, olvidando y obviando que se deben a las personas que representan y no al vil metal, a cuyos controladores han dado el poder de robar el Estado de Bienestar y la soberanía del Pueblo, así, sin armas, muertos evidentes o asaltos a Parlamentos que defenestrarían a Presidentes, Primeros Ministros u otros mandatarios. No hay guerras visibles, frías o calientes, ya que las batallas se libran a la sombra y el secreto más silencioso, a espaldas del mundo. Cuando se asedian países completos exigiendo recortes a la población que ya no puede más y que yace famélica, hablamos de golpes de Estado y de golpistas cobardes que no dan la cara ante eso que llaman Mercados, de carencia de vergüenza, ética y educación, y sobre todo de una rendición de una clase política ineficaz, poco importa si es de un lado u otro, porque su conjunto no ha sabido luchar por el interés general y sí por sus propios asuntos, a cada cual más turbio, corrupto y hediondo.

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