jueves, 4 de noviembre de 2010

La importancia de un piropo

Llevo unos días en los cuales apenas escribo. En esta ocasión no es el tiempo, el agotamiento o la desidia. Más bien es la delicada situación personal que estoy viviendo, y que me impide hacerlo o concentrarme para ello. No obstante, debo volver a ello, pues para algo es mi profesión, eligiendo el tema del piropo y su utilidad. No hace mucho, mi mejor amiga vivía en Alemania, y en uno de esos viajes de vuelta, me comentaba que nunca la piropeaban, lo cual me resultó extremadamente increíble. Hace unos días, mi humor destacaba por su ausencia, lo cual nunca es bueno, pues esa falta de interés por el agrado hace que uno parezca antipático sin serlo. En el transcurso de aquella mañana, fui piropeado de una forma nada ofensiva y sí muy literaria y poética, lo cual hizo que ese nubarrón en el carácter desapareciese tan deprisa como la duración de dicho halago. Me di cuenta de su importancia, ya que en ese instante, supe que no era baladí alabar las cualidades de alguien. Era una inyección de autoestima, de optimismo, que podía solucionar muchos complejos. Con esto no defiendo las groserías y burradas de andamio, pero sí un grito a los cuatro vientos para resaltar la belleza de alguien, sea mujer u hombre, pues no es exclusiva del género femenino la recepción de piropos por parte de los hombres.

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho lo que has escrito:)

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  2. Muchísimas gracias. Bienvenida a este blog. Espero verte más por aquí.
    Un fuerte beso.

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