jueves, 11 de septiembre de 2008

Bailando en el aeropuerto

Decíamos hace unos días que las medidas de seguridad de algunos aeropuertos son cuanto más ridículas, pues es absurdo registrar los contenidos de un mp3 o un teléfono móvil, por si son descargas ilegales. Me resulta tan racista o xenófobo que traten de impedir la entrada a un país a una persona porque lleve barba o se llame Abdul, por ejemplo... Pero es así. Leía ayer que a un bailarín de una compañía tuvo que demostrar que esa era su profesión danzando delante de los agentes de seguridad. De nada sirvió que le enseñase folletos, contratos o cualquier otro documento. Tuvo que demostrar quién era delante de un público que no sabía apreciar su arte, lo cual supuso una vergüenza para el pasajero que debía trabajar en un teatro próximo y que tenía toda su documentación en regla. No logro entender por qué esa normativa de seguridad es secreta, ni esos abusos de poder por parte de los vigilantes, cuyos comportamientos rozan los límites de la legalidad. Entiendo que se exija seguridad, pero soy incapaz de comprender que debamos cambiar nuestra libertad por la seguridad. Es curioso cómo nos engañan y manipulan desde las altas esferas de poder, lo más triste, que nadie hace absolutamente nada por evitarlo.

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