viernes, 1 de agosto de 2008

Sentada en el tren

Durante los días que pasé disfrutando lo que pude de la playa, me desplacé hasta Málaga, para comprar un tebeo, el número 5 del coleccionable de Sin City, editado cuando la película. A la vuelta, venía, como de costumbre, ojeando y hojeando el recién adquirido hasta que una señora se sentó en un sillón ocupado, aunque en ese momento estaba reservado con maletas y bultos para evitar que nadie pudiese usar ese sillón, pues estaban charlando con personal de Renfe. Sin dudar un solo instante, la recién llegada al vagón aparó con una gran vehemencia un par de mochilas infantiles para ocupar el sillón, algo que indignó a todos aquellos que viajábamos en aquel vagón. Fueron varias personas las que recriminaron dicha actitud, que fue excusada con una enfermedad, nada creíble por la fuerza con la que quitó los objetos personales que ocupaban el sitio en el cual ella se sentó sin miramientos. Pese a su actitud, y ser regañada por primera persona que estaba sentada, no fue capaz de cambiar de sitio y opinión, ni tan siquiera de pedir disculpas. A ella tan sólo le importaba estar sentada a toda costa donde ella quería, no donde le correspondía. Esta falta de civismo y empatía se está volviendo demasiado habitual. Me pregunto dónde falla el ser humano, que a veces es más irracional que los otros animales, esos que llamamos irracionales.

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