lunes, 11 de febrero de 2008

Opiniones categóricas

A medida que va pasando el tiempo me sorprendo más con la sociedad... Lejos de convertirse en un mundo tolerante y ausente de radicalismos , observo cómo muchas personas se creen poseedoras de la verdad absoluta, que en no pocas ocasiones sobrepasa el más puro extremismo. Hoy he escuchado a alguien decir lo qué pensaba sobre la drogadicción y el tabaquismo, con opiniones contundentes y vehementes, alejadas del entendimiento y la comprensión y cercanas al reproche más cruel por parte de alguien cuya simpleza sólo es capaz de alcanzar a ver que eso no es más que un vicio en el cual entraron por voluntad propia. Enarbolando el Dios más cruel, aquel de la Edad Media que enviaba los castigos, decía que una enfermedad la mandaba el Todopoderoso, y que nada se podía hacer si eran Sus designios, pero con los casos anteriormente nombrados, no se podía considerar enfermedad, pues era una opción personal, y no mal de salud. Desafiante, invitaba a que la gente osase llevarle la contraria, para demostrarle su error, pues él llevaba la razón, y sus argumentos eran imposibles de rebatir. Lógicamente, no he querido entrar en un debate con alguien así, cuyo tono de voz era tan elevado que molestaba a aquellos y aquellas que le escuchábamos, voluntariamente o no, pues se trataba de alguien sin capacidad de empatía, algo que desgraciadamente es habitual.No he querido entrar en polémica porque hablar con alguien así es efectuar prédica en el desierto, ya que este tipo de personas sólo atiende a razones si escucha lo qué quiere oír, pues de lo contrario dejará su opinión irrebatible, aunque exista error en sus planteamientos, y sean mayoría aquellos y aquellas que estén en desacuerdo. Ciertamente, todo el mundo tiene el derecho y el deber de opinar, pero nadie ha de imponer sus ideas, despreciando y desmereciendo las del resto. Cada cual puede pensar de forma diferente, o igual al resto, y sus pensamientos, ideas u opiniones deben ser entendidos o no desde el respeto y la comprensión, aunque estemos en profundo desacuerdo.

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