sábado, 9 de agosto de 2008
Agosto
El caluroso mes de agosto solía regalar sus noches tediosas y largas, pues los desvelos se producían cuando el hastío llegaba y regaba los cuerpos en sudor. Aquella noche ella dormía sola, pues su amante no pudo acudir a su reclamo, como era costumbre en él. Entregada a los brazos de Morfeo, éste retrasaba su cita, pues aquella mezcla de calores la vestía de un lujurioso sudor que envolvía cada rincón, cada curva, cada milímetro de su dulce y suave piel, que despertaba sus más bajas pasiones, para dominarla y hacerla esclava del deseo que aplacaba con unas sinuosas vueltas en el lecho vacío, que sólo ocupaba ella, iluminada por la suave luz de la luna llena, mientras sus manos trataban de secar el sudor que la bañaba en aquella húmeda noche de verano. Sólo se prestaba atención a ella, como si estuviese despechada por el abandono de aquel amante, aunque pensaba en el encuentro no producido, dejando volar su imaginación y obedeciendo a los deseos de su cuerpo, que era acariciado por sus manos y sus dedos con una suavidad que pocas veces había usado con ella misma, pues era más salvaje en sus momentos de intimidad y placer. Quería disfrutar, gozar, o era lo qué Morfeo le indicaba, pues hacía ya tiempo que estaba en sus brazos, dormida y descontrolada. Todo por una cita que no se celebró cuando ella lo quiso.
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