Creo que debo daros una disculpa, que debo darles una disculpa, pues ayer falté a mi cita diaria en éste, nuestro
rinconcito. Estuve reflexionando sobre el tema a tratar, pues no tenía nada claro cuál sería. No es que las musas me abandonasen, ni que me visitaran a las intempestivas horas que ellas desean hacerlo, no. Sencillamente, no tenía nada claro el tema a tratar. Puede haber escogido la muerte de una mujer a manos de su pareja, una vez más, y hablar por enésima vez sobre el tema, condenándolo y poniendo a parir a esos canallas sin valor que sólo tienen de hombre lo qué les cuelga. Pude haberos contado, haberles contado que sentí repulsión y ganas de vomitar por los abusos que miles de niños y niñas sufrieron en
Iralanda, pero no. Reflexioné muchísimo sobre la reflexión de
Povedilla en Los Hombres de Paco, cuando habló del amor, cuando me hizo ver lo maravilloso que es el Amor, así con mayúsculas, y el poco respeto que la Iglesia Católica ordena que se tenga, a través de la prohibición del sexo
extramatrimonial, la condena de la homosexualidad, el celibato obligatorio a los sacerdotes y la condena por el uso del preservativo. Condenan el sexo porque da libertad, porque hace que
quiénes estén en el mismo lecho sin más ropa que la desnudez se muestran tal cual, siendo ellos mismos, ellas mismas, y eso no interesa. Interesa un rebaño falto de ideas, manipulable. A estos
gerifantes de la Iglesia, al Papa, les rogaría que pensasen en el Amor, que no lo mancillasen con sus represiones y prohibiciones. Es maravilloso disfrutar de aquello que la vida nos regala. Comida, Amor, Sexo... ¿qué mas da? ¿Por qué no se puede gozar? ¿Acaso no lloramos lo suficiente? Sinceramente, no sé si cuando fallezca habrá algo después. Quiero pensar que sí. No quiero posponer mi vida para la siguiente. No quiero esperar a jubilarme para vivir. Quiero vivir ahora, y si eso es pecado, soy pecador, y no quiero ni necesito la absolución por ello, pues no me voy a arrepentir por estar y querer estar vivo.