En este mundo tan sólo hay dos cosas irrebatibles e irrefutables: La vida y la muerte. El principio y el fin. Todo lo demás es tan relativo que dos personas serán incapaces de pensar exactamente igual. Lo qué para alguien puede estar bien, puede no ser así para quién se encuentre a su lado, o en otro lugar, aunque exista amistad o cualquier otro tipo de relación de por medio. La diferencia de matices es tan amplia que se puede debatir sobre cualquier tema, llevándonos a múltiples opiniones. Sin embargo, existen dos factores absolutos e irrebatibles, a la vez que irrefutables: La vida y la muerte. Se puede estar vivo o viva o muerto o muerta, y no existen medias tintas. Eso de estar medio vivo o medio muerto no son conceptos válidos, ya que aún agonizando, se mantienen las constantes vitales. No quiero entrar en polémicas sobre mejor o peor calidad de vida, pues eso requiere todo un blog dedicado este peliagudo asunto, y sobre el cual me pronunciaré en otro momento.
Así son el principio y el fin, que nos muestran que algo empieza y termina, y que dura hasta que se acaba, y que hasta que llega el momento de finalizar está sucediendo, aunque sean pocos los instantes que pasan hasta que concluyen. Será difícil aprender esto, pero confío en que algún día podamos hacerlo.
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