domingo, 20 de abril de 2008

Relato de la semana: Miedo al desarrollo personal

Un carguero espacial transportaba a nueve personas hacia el espacio exterior. Eran exiliados, víctimas de la última Gran Guerra, hombres y mujeres intelectuales, personas sumamente cultas que habían sido declarados proscritos por su inteligencia y sus ideas. Aquellos tiranos que habían ganado la contienda eliminaban todo rastro de conocimiento, por mínimo que fuese. De esta forma, los colegios, institutos o universidades eran cerrados a cal y canto, y sus edificios destruidos para posteriormente ser levantados como grandes monumentos megalómanos o viviendas para los gobernantes locales. Y la sociedad no se daba cuenta de aquella barbarie, puesto que había sido deseducada de una forma tan sutil que era imposible plantear una rebelión contra aquel nuevo orden impuesto. Entre tanta barbarie, no era extraño presenciar la destrucción de la cultura y el arte, con la quema de museos y sus contenidos, y la inmolación de las bibliotecas con sus volúmenes. El planeta estaba reduciendo su herencia a cenizas.

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Sus pasos rápidos y amplias zancadas indicaban que huía de algo desconocido, en una carrera por su vida, que le perseguía sin darle tregua hasta que llegó a una cueva. Entró sin dudar un solo instante. La oscuridad le aguardaba y redujo su paso, que se volvió cauteloso, ya que aquel lugar nada tenía que ver con lo conocido en su época prehistórica. Una puerta que resultaba desconocida para él le hizo dirigirse hacia ella, abriéndose cuando su presencia llegó a corta distancia. Con paso temeroso atravesó el lugar, para descubrir otra sala...


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Uno de los prisioneros osó sublevarse contra sus captores, resultando infructuosa la rebelión, al ser superado en número, complexión física y estatura. Corto fue el enfrentamiento, ya que fue reducido por la tripulación, sádica y ávida de aquello que les esperaba a los rebeldes intelectuales: la lobotomía y sustitución del cerebro por una computadora de baja memoria. Aquello sería mostrado al resto de prisioneros, como ejemplo de lo qué podría suponer un nuevo alzamiento. Aquella persona tenía la mirada ausente, y el cuerpo vacío de alma.

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Una vez entro de la sala, algo le golpeó. Cuando se despertó lo hizo sacudido por las descargas eléctricas que sacudían su cuerpo magullado, haciéndole gritar de dolor, con una agonía jamás antes experimentada. Tanto esfuerzo logró que perdiese el conocimiento, para horas después despertar con una gran capacidad de raciocinio, en la cual el instinto era algo secundario... Lentamente se dirigió hacia la puerta que antes atravesaría, y pulsó un botón. Ya no temía volver a encontrarse con su amenaza...

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Un nuevo motín se organizó en la nave. Aquella lobotomía no había hecho otra cosa que motivar a los ocho restantes, que habían conseguido neutralizar a sus captores, aunque la irreductibilidad de éstos era manifiesta. Los ataques de los prisioneros no lo graban neutralizarlos, por mucho que luchaban dejándose todas sus fuerzas en cada golpe propinado. Más de uno se preguntaba si eran humanos, ya que no tenían piedad de ningún tipo a la hora de devolver los ataques. Fueron dos mujeres las fallecidas en aquella revuelta, y posteriormente llevadas a la sala de operaciones, donde sufrirían la suerte de su anterior compañero. Entre tanto jaleo, alguien se ocultó para no ser vista. Sigilosamente llegó a la bodega, donde encontraría las cápsulas de embarque. Debía tomar una para escapar de aquella prisión interplanetaria.

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Estaba volando. No sabía cómo, pero con tan sólo pensarlo, se elevó del suelo y empezó a atravesar los aires, con una libertad jamás experimentada. Al atravesar un río se vio reflejado, observando su ajustado traje plateado, que le marcaba los músculos, como si fuese una segunda piel. Tras él, y haciendo que perdiese el equilibrio, una cápsula espacial volaba a muy poca distancia del suelo, para estrellarse de forma estrepitosa al contacto con éste. La curiosidad pudo con el antiguo cavernícola, y le llevó al rescate de aquel vehículo espacial estrellado, el cual estaba habitado por una bella mujer, que le pedía ayuda y le explicaba la situación de la nave que les transportaba. Le habló de los compañeros que fueron lobotomizados, lo cual comprendía a la perfección. No fue necesario que le pidiese ayuda. Él mismo se prestó a acompañarla. La cápsula volvería a despegar, esta vez con dos ocupantes en busca de la liberación de los que quedaban en la nave espacial.
(CONTINUARÁ)

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