domingo, 6 de abril de 2008
El tren y mis libros
Por motivos laborales, muchas veces me veo obligado a desplazarme de mi lugar de residencia a lugares cercanos, y no tan cercanos. A veces me decido a hacer el trayecto en coche, y otras veces prefiero el transporte público, como esta última, que decidí dejar mi vehículo en el garaje y tomar el tren, lo cual adoro. me gusta el ferrocarril más que el autobús, y lo escojo a menudo cuando los viajes no requieren la rapidez del avión ni el estrés de la prontitud. Aquella mañana me desperté pronto, por lo que pude disfrutar de una ducha que me despertaría tras la anterior noche de fiesta divertida y llena de anécdotas para recordar. una vez vestido, me equipé con mi bolsa pequeña de viaje, esa que no necesita equipaje porque era un trayecto de ida y vuelta en el día, y salí a la estación, no muy lejana de mi casa. durante el paseo, escuchaba música en un reproductor de mp4 que compré de oferta, y que usaba como memoria externa, para transportar datos y trabajos a la editorial o a la imprenta. Una vez montado en el tren, me puse a observar a la gente. Me gusta adivinar qué piensan, con tan sólo su actitud. El lenguaje no verbal dice más que las palabras, y eso es algo que muy poca gente es capaz de ver. Entre mis pensamientos y mis observaciones, ella se sentó frente a mí, ya que nuestro vagón iba repleto de gente y era el único sitio libre. Un tímido buenos días al que respondí fue nuestra única conversación, aunque ello no significaba que no quisiésemos empezar a hablar. Sonrisas y miradas fugaces decían lo contrario, pues uno de los dos debería romper el hielo, aunque no lo conseguíamos... Maldita timidez... En ese momento opté por comenzar a leer, y busqué en mi bolso, donde encontré un ejemplar de una revista masculina, que me pedía a gritos que allí se quedase bien guardada, y un cuadernillo de pedagogía, que era perfecto para aquel momento, lleno de complicidad, ya que se titulaba Inicias a tus hijos en la Lectura. A partir de ahí, ella me preguntó si tenía hijos, y yo le respondí, comenzando una amena charla sobre todo y nada al mismo tiempo.
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