La actualidad diaria me deja una noticia de aquellas que despiertan la hilaridad, la burla y la sonrisa por su invocación al animus iocandi. Con una mezcla de asombro y guasa leo que una señora ha tenido un accidente sin graves consecuencias por depilarse las ingles a la vez que conducía, o siendo más precisos, mientras su ex marido llevaba el volante desde el asiento del copiloto. Imaginar la cara del agente de policía que le solicitó los papeles se presenta como una tarea harto difícil, y pensar en él con el semblante serio, una misión imposible, pero no las de Tom Cruise, que confunde las Fallas con la Semana Santa. Una vez me hube asegurado que no era el diario del 28 de diciembre, ni la fecha nombrada, comprobé que la noticia ocupaba cuatro columnas.
Entre tanta seriedad de corrupciones, corruptelas, crisis o atentados terroristas perpetrados por políticos y banqueros, ambos sin escrúpulos, algo que sólo puede pasar en las películas de Hollywood se presenta como una bocanada de aire fresco, merecedora del más sincero agradecimiento, pese a que la situación puede costarle a la conductora una pena de cárcel, por su extrema gravedad. Restándole hierro al asunto, y siguiendo el tono jocoso, no estaría mal ni de más aconsejar a la conductora levantarse cinco minutos antes u otros menesteres, si quería llegar impecable a su cita. Como tampoco sería mala idea agradecer este tipo de noticias, para distraernos un poco de tanto agobio de realidad y protagonistas que no merecen tanta importancia, pese a que nuestros destinos dependan de sus decisiones.
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