
El lunes se nos iba uno de los Grandes de la música, así, con mayúsculas. El cáncer se cebaba con el teclista Richard Wright, fundador de la mítica banda Pink Floyd, a finales de los 60, y principios de los 70. Desapercibido ha pasado este hecho, importante, pues estamos hablando de la Historia de la música. Parece que hay cosas más importantes y noticias más interesantes que el fallecimiento de este excelente músico. Es injusto que a cualquiera que haya hecho mucho menos por la cultura se le dediquen ríos y ríos de tinta, horas en radio y televisión y se sature con sus éxitos o se hable de su vida o muerte, y a alguien tan importante, apenas se le dedique una noticia en el telediario de las tres de la tarde. Richard Wright se ganó a pulso estar entre las leyendas del rock and roll, y debería ser homenajeado, póstumamente, como uno de los grandes, pues no se merece menos. Ya está bien de prestarle una atención que no se merecen a ídolos de una sola canción, o cantantes que sólo duran lo que las modas imponen. Ya está bien de ignorar a quiénes logran la fama con esfuerzo, y alabar a quiénes la logran a base de movimientos de cadera. A ver si nos enteramos que la fama es una consecuencia del trabajo, y no algo que viene regalado...
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