Barcelona, 6 junio de 1926
La noche se cernía en la Sagrada Familia, mientras Antoni Gaudí paseaba por el interior de sus muros. Aquella oscura noche de los últimos días de primavera de 1926 era silenciosa en una ciudad que empezaba a crecer. Los pasos lentos pero firmes del arquitecto resonaban en la inmensidad de aquel templo, cuyas sombras eran proyectadas por el reflejo de la luna, formando las más extrañas y aterradoras formas que la mente humana era capaz de imaginar. De haberse adentrado cualquier intruso, inenarrables temores e indescriptibles terrores le hubiesen invadido, paralizándole, incluso robándole la vida, pero allí estaba Antoni Gaudi, su creador, observando la inmensidad de su obra. Un susurro interrumpió sus meditaciones, llamándole por su nombre y destruyendo su tranquilidad. Notó que era observado, sintiendo que el calor de aquella primavera desaparecía para tornarse en un gélido clima invernal que le acariciaba como si de una fogosa amante se tratase, aunque sus manos distasen del calor que una mujer pudiese regalar. Trató de dormir, pero sus sueños eran invadidos por monstruos tan reales que nunca distinguió si se trataba de un sueño o la realidad, pues cuando fue atropellado horas más tarde por un tranvía, parecía huir de algo que le perseguía...
(Continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión es importante