miércoles, 4 de junio de 2008
La muerte de la ciudadanía
Tradicionalmente, en las instituciones públicas, el término para definir a quienes usaban un servicio prestado era el de ciudadano o ciudadana, en otros casos se podría hablar de usuarios y usuarias de cualquier servicio, ya sea público, privado o concertado. Eso ha sido así hasta hace muy poco, que hemos pasado a ser clientes de los autobuses urbanos, el metro o el tren, así como de la Sanidad y otros servicios que nada tienen que ver con el mercantilismo y la especulación comercial, como decíamos ayer. Este hecho de transformar a la ciudadanía en clientela no hace más que aumentar el salvaje capitalismo que nos aborda(para mí, consumismo brutal, pero es es harina de otro costal) y devaluarnos si no tenemos recursos para poder hacer frente a los gastos que esos mercaderes nos exigen, por mínimos que sean. El fin social se pierde cuando la ciudadanía muere para ser resucitada como clientelismo, que no clientela, y al perderse el espíritu social nos volvemos más egoístas, menos humanos y más aislados, importándonos más bien poco o nada lo qué le sucede a nuestro alrededor, pues la ocupación y/o distracción es tan extrema que somos incapaces de sentir las frustraciones o dioses personales del resto.
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