Los rumores de la Sede de Sangre y la Rabia Negra nos trasladaron a mi personal y a mí a Baal, para poder efectuar una profunda investigación sobre el supuesto defecto en la semilla genética de los Ángeles Sangrientos. El calor de sus desiertos se notaba dentro de nuestra nave, pese a que los refrigeradores actuaban a máxima potencia y pleno rendimiento. Estaba deseando volver a la acción, El Emperador bien lo sabe, pues los últimos tiempos los dediqué a reponerme de mi anterior misión, de la cual sólo regresamos vivos mi piloto y yo. Es muy duro ver morir a tus compañeros de armas, tus amigos, tus hermanos, en una misión suicida a la que has sido enviado, y lo descubres cuando es demasiado tarde... Todo por las luchas internas entre inquisidores, que se odian y tratan de eliminarse con estas acciones. Siempre me he reconocido como un inquisidor de primera línea, de esos que adoran estar en primera línea de fuego, y no entre papeles, pergaminos y documentos. Ese es uno de los motivos por los que no tengo una posición más alta dentro de mi Ordos, pese a contar con grandes amigos y contactos, más que enemigos y detractores, en las altas esferas de la Muy Santa Orden de la Inquisición Imperial.
Estaba en mi mansión de Belis Corona, mirando por la ventana, meditando sobre aquella trágica misión cuando fui interrumpido por mi hermano en una de sus visitas sorpresa y relámpago. Nunca le gustaba dormir en casa, pese a ser invitado en cada ocasión que por allí pasaba, que no eran pocas. Él sabía cómo animarme, y las palabras a usar para que yo retomase la investigación de Baal, la cuna de los Ángeles Sangrientos. Aún así no era fácil dejarme convencer. El dolor y la muerte eran recientes, y necesitaba estar a pleno rendimiento para afrontar aquello. Me tomé mi tiempo, tras largas charlas regadas con una botella de amasec que habíamos comprado a medias no recuerdo dónde. Esta vez, antes de irse, me confió a uno sus sabios y un acólito, para ayudarme, siendo muy persuasivo. Subí a mis aposentos, y abri el armario, para ponerme el uniforme. Era el momento. Debía regresar a la acción...
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