Siempre me he quejado del intrusismo profesional y de las chapuzas que quienes ocupan el puesto para el que no están cualificados. Cuando ayer vi el horrendo resultado de la restauración de un fresco de Elías García Martínez en la Iglesia del Santuario de Misericordia en Borja (Zaragoza), me quedé de piedra. Era incapaz de comprender cómo se podía tener tan poco respeto a la obra original y presumir de un trabajo bien hecho o que aún no esté terminado. A mí poco me importa la edad de la persona, aunque sí que se haya hecho sin estudios previos ni personal cualificado y preparado para dicha tarea. Tras haber escuchado a la restauradora de la obra por televisión, queda muy claro que ese no es su trabajo, ya que su labor consiste en pintar cuadros muy bonitos. Esta falta de respeto por el patrimonio pictórico y cultural es una constante en España, desgraciadamente, ya que no se toma en serio y se prefieren los intereses particulares a los generales. Me pregunto cuándo aprenderemos a valorar algo más que una casa, un coche o una motocicleta, porque no es de recibo que se competan semejantes tropelías y despropósitos. Aquí poco o nada se respetan los lugares, ya que prima más colocar mamotretos como las setas de la Encarnación o la Torre Pelli en Sevilla, sin importar que se pierda la denominación de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, debido a que eso no reporta beneficio económico. Maldito dinero.
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