sábado, 16 de agosto de 2008

Exorcismos

Aquel grupo de amigos se solía reunir para sesiones espiritas, donde las invocaciones suponían todo un desafío a superar. Cada vez osaban as más peligrosas formas de contactar con el más allá, y no sólo eran seres muertos, sino que osaban perturbar a los guardianes del Infierno. Todos expertos en ocultismo y misticismo, así como otras artes oscuras, encontraron algo que les retaría al más cruel de los contactos con seres de ultratumba.
La luna llena alumbraba el cementerio, visitado por gentes deseosas de profanar una de sus tumbas. Sólo se escuchaba su susurro, en un tenso caminar, que daría miedo a quién tuviese respeto por aquellos y aquellas cuyos cuerpos reposaban en las tumbas, nichos y panteones. El ruido de los animales y búhos no les amedrentaba ni perturbaba, pues buscaban a ese malvado ser cuya tumba debía ser profanada, al igual que su cadáver, abierto sin ningún disimulo ni silencio. Tan sólo les interesaba su cabeza, y la consiguieron. Envuelta en una toalla fue introducida en una mochila para su posterior uso.
Pasaron varios días y volvieron a reunirse, esta vez para completar aquella invocación, que se celebraría en una mansión derruida y abandonada, tan tétrica que su sola mención estaba prohibida entre quienes conocían los crímenes sucedidos. Al pie de la letra siguieron los pasos de aquel ritual, tan divertido para ellos, pero tan serio para el resto y prohibido por ancestros y sabios. Pese a la valentía demostrada anteriormente, todos sufrieron un pánico indescriptible, de esos que Lovecraft era incapaz de relatar por su inmensidad y los horrores que podía llegar a tener. Era tal la angustia sentida que abandonaron la mansión olvidando cerrar y despedir al espíritu invocado y molestado. Días más tarde empezaron a suceder acontecimientos extraños en la casa. Las luces encendidas a horas intempestivas y ruidos extraños que eran acompañados de las puertas que se abrían y cerraban. No fueron pocas las personas que veían sombras y salir sangre de las paredes, como si exudase un viscoso líquido rojo. Los desesperantes gritos apenas dejaban dormir a nadie, lo que llevó a varias personas a visitar aquella mansión para tratar de averiguar algo, pero ninguno de ellos regresaría, ya que encontrarían sus cuerpos sin vida días más tarde... el miedo reinaba los habitantes del pueblo, hasta no dejarlos vivir. Fue entonces cuando uno de los componentes de aquel grupo que hizo la sesión espiritista recordó que la invocación no se había cerrado,ni despedido al invocado. No se podía hacer nada, salvo un ritual de exorcismo, pero ningún sacerdote quería tener que ver con aquello, o la Iglesia les daba permiso. Tan sólo una mujer que sabía todo aquello aceptó, pese al riesgo que corría. El grupo al completo, junto a la mujer atravesaron las puertas, cargados con una Biblia y un crucifijo. Entonces se escuchó una voz femenina hablar en latín, recitando una oración al Espíritu Santo, lo cual arrancaría un grito salido de ultratumba, que habló con una voz que helaba la sangre:
-¡Os arrepentiréis!¡Algún día volveré!
Tras ello, todo empezó a temblar, y tuvieron que salir corriendo, pues la mansión empezaba a derrumbarse. Allí, delante de sus narices, quedó reducida a escombros.
Años más tarde, cuando todo el mundo olvidó aquel suceso, o no vivía nadie que lo recordase, alguien encontró una calavera...

Basado en hechos reales.

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