viernes, 11 de julio de 2008
Batallitas
Contar historias es algo apasionante, e interesante, si sabe hacer, pues muchas veces se corre el riesgo de caer en el tedio y el hastío, sobre todo si esas historias o batallitas son contadas para lucimiento de cara a la galería. No son pocas las veces que oigo a no pocas personas presumir de logros de juventud, increíbles por un conocimiento de quién relata, que hace méritos de general derrotado que luce sus medallas y heridas. Estos luchadores incansables sólo aparentan serlo delante de la gente, poniéndose un disfraz que se nota que lo es cuando la narración empieza, pues su incredibilidad es tal que resulta soporífera y cargada de aburrimiento, muy lejos de aquellas historias que se cuentan desde el corazón y con el interés de ser compartidas y disfrutadas. El general derrotado presume de haber luchado más que nadie, de haber encabezado revoluciones perdidas de antemano y de desprestigiar los logros de otros y otras. A veces los escucho con respeto y admiración, por su facilidad para atraer la atención del resto a través de unas mentiras creíbles. Otras me niego a hacerlo por la pedantería narrada, cuyo único fin es hacer sentir al resto en inferioridad, algo con lo que jamás estaré de acuerdo.
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