miércoles, 16 de abril de 2008
Una disculpa nunca viene mal, pero...
Hoy se ha disculpado Benedicto XVI por los casos de sacerdotes pederastas en Estados Unidos, lo cual me parece un gran gesto por su parte, aunque no debería ser él quién pidiese disculpas por sus subordinados, sino todos y cada uno de esos monstruos que representan a la Iglesia Católica en Norteamérica. Esa disculpa es un paso enorme con respecto a este tema tan delicado y cruel, a la vez que vergonzoso, pero no es la mejor solución para erradicar el problema, pues estos ministros de la Iglesia no han sido apartados de sus funciones, algo aberrante, a mi modo de ver, pues seguirán actuando a sus anchas, siendo denunciados o no. Una buena decisión hubiese sido expulsarlos y excomulgarlos de por vida, porque no se puede robar la infancia a un inocente niño que empieza a descubrir la vida. Me parece de una hipocresía manifiesta y una doble moral que se prohiba el sacerdocio a los homosexuales y se consientan los abusos sexuales a niños y no tan niños por parte de quiénes ejercen, que se encuentran muy lejos de realizar el bien y predicar la palabra de Dios. No pretendo criticar a la Iglesia, pues soy creyente, ni a su cabeza visible, el Santo Padre. Tan sólo quiero reflexionar sobre un hecho puntual, que es el abuso de menores por parte de ciertas personas que son sacerdotes, aunque no sepan o no quieran entender la Palabra de Dios.
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