Recuerdo con mucho cariño que mis primeras lecturas sin dibujos vinieron a través de las novelas de a duro, que día a día me prestaba mi mejor amigo del colegio para crear en mí el hábito de lectura, algo que logró, y significó mucho a lo largo de mi vida. Mientras mis amigos conocían El Señor de los Anillos, Las Crónicas de la Dragonlance o Elric de Melniborné, yo flipaba en colores con aquellos bolsilibros que intercambiaba en el quiosco y raramente encontraba sin que hubiese pasado por un dueño anterior. Era un ritual llegar a casa, firmarla y poner INCAMBIABLE en todas las del espacio, siempre antes de leerla por la noche, durante esas dos horas que me tenía atrapado entre sus páginas. Autores cono Joseph Berna, Ralph Barby, al que hoy puedo considerar amigo gracias a Facebook o el recientemente fallecido Curtis Garland llenaron mi infancia de imaginación y ganas de soñar. Por eso me ha entristecido profundamente su desaparición, y sobre todo que haya pasado desapercibida. Juan Gallardo Muñoz, que era su verdadero nombre, perteneció a una generación de escritores a los que no se les ha homenajeado lo suficiente pese a sus prolíficas carreras, creando el hábito de lectura en millones de personas y haciendo la Cultura accesible al pueblo llano, lejos de las élites y la pedantería intelectual. Sus historias nos llevaron más allá del Espacio Sideral, mostraron que había duelos después de OK Corral y se aliaron con las musas que nos susurraban paisajes cargados de imaginación. Esta generación de escritores pulp se merece el mayor de los reconocimientos, ya que lograron cautivar a generaciones enteras a través de sus pequeñas historias a través de algo tan necesario hoy en día: la imaginación. Descanse en paz.
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