De piedra me he quedado esta mañana cuando una librería sevillana ha rechazado vender ejemplares de Una extravagante historia de serie 'B' por el simple hecho de ser un hombre y haberla escrito yo. Al margen de la política de ventas y de la forma de trabajar, me parece hipócrita que se permita y tolere esta discriminación por motivos de sexo y se condene si es al contrario. Es decir, si son hombres los que vetan el trabajo de las mujeres por el simple hecho de ser mujeres. Nadie pondrá el grito en el cielo ni se rasgará las vestiduras porque argumentarán que en el pasado las mujeres debían ocultar sus verdaderos nombres bajo seudónimo masculino en una explicación revanchista carente de lógica alguna, pues no se entiende que todos somos complementos de todos y no rivales en nada. Este desprecio hacia lo masculino fomentado por feminazis vengativas está muy lejos de lograr el consenso y el entendimiento entre ambos géneros, pues lo único que se logra es distanciar a las personas y diferenciarlas aún más, todo lo contrario de lo que (supuestamente) pretenden.
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