martes, 23 de marzo de 2010
Desprecios y prepotencias chulescas
A lo largo de mi vida he tenido, y aún tengo, el orgullo y el placer de compartir momentos inolvidables con escritores, poetas y personas del entorno de la Literatura, en una gran diversidad de actos como una firma de ejemplares o una conferencia. Siempre he aprendido algo y he conocido a seres excepcionales, de una amabilidad y simpatía memorables. Es más, puedo hablar de compartir amistad, fraguada y forjada con el paso del tiempo. Sin embargo, hace pocos días me topé con una escritora cuyo nombre y obra voy a obviar y condenar al ostracismo más absoluto, que exigió a la organización del lugar donde firmaba que los lectores a los que había estampado su autógrafo abandonasen la tienda, negándose a cruzar palabra alguna, salvo el nombre su público, vapuleado por la acritud prepotente de alguien con aires de progresía, que no progresismo. Entendiendo que cada persona es un mundo, y que no existen ni hay dos caracteres iguales, no puedo tolerar, respetar o entender los baños de masas y público para despreciarlos acto seguido. Si alguien no quiere contacto con el exterior, que opte por la decisión que J.D. Salinger tomó al alejarse de la vida pública y la fama, de forma voluntaria, pero que bajo ningún pretexto se crea en el derecho de exigir la expulsión de alguien que sólo quería intercambiar unas palabras y opiniones más allá del típico y tradicional ¿para quién es este libro?
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