Hacía ya varios años que sus puertas habían cerrado, y que de aquella taquilla se dejaron de vender entradas para las diferentes funciones de las películas que allí se proyectaban. El Cine Nevada era un gran solar al que muchos especuladores habían echado el ojo, ofreciendo cantidades desorbitadas para la construcción de bloques de pisos de lujo o, incluso, un centro comercial, a lo que Rafael, su dueño, siempre se había negado. Decía que ese era su cine, el cine. Recuerdo como si fuese ayer la última función de aquel cine que tantos recuerdos nos trajo. A mí me gustaba quedarme hasta el final de las películas y leer los títulos de crédito, para así comprobar si existía alguna escena después. Así pasaron los años y el Nevada era abandonado por su público fiel, que prefería el espectáculo a la calidad de las películas.
Aquella noche, años después de la última función, Rafael, su dueño me invitó a visitar el local, que guardaba todavía la pantalla. Me senté en el patio de butacas, pidiéndole a su propietario que proyectase la última película, ya que a la mañana siguiente aquello no sería más que una explanada. Atento, en silencio, disfrutaba y me recreaba con los sonidos de la película, ese proyector que pasaba los fotogramas, cuando en ese momento sentí que no estaba solo.
-¿Rafael?- pregunté, extrañado, aunque no tanto, pues sabía que en el cine había un espectador que nunca pagó su entrada, y que acompañaba a quienes trabajaron allí.
Miré hacia atrás y vi una silueta que me resultaba familiar. No podía creerlo. Era Diego, el proyeccionista, muerto hacía años... Él era el visitante, el espectador que nunca pagaba. Lejos de asustarme, me emocioné y le pregunté que hacía por allí, olvidando la película, a lo que me respondió que cuidaba del cine, pero que dejaría de hacerlo en breves. Una larga conversación de risas que terminaba con el fantasma dirigiéndose a la pantalla, que mostraba un atardecer. Aquellos fueron los últimos instantes vividos en el Cine Nevada, que sería demolido para convertirse en un bloque de pisos de lujo, cerrando para siempre la historia de varias generaciones.
Inspirado en lugares, hechos y personas reales.
Que bonito Ciber!!
ResponderEliminarLa energía de las personas ,dicen,queda durante mucho tiempo impregnada por los lugares que amaron y que sólo cuando estos son destruidos la enegía desaparece.
Peró mira,piensa,esos pisos con el tiempo,tambien serán destruidos y quizás hagan una pista de tenis que a su vez, con el tiempo ...etc...
LO único que en realidad permanece
es el suelo del planeta en el que construimos , y....hasta cuando.?
(Me pregunto quien aprobechará el hueco que deje la tierra, estará tan contaminado que ni para hacer cloacas servirá)
UN beso
Sólo está inspirado, no basado, afortunadamente, pero quién dice que no haya miles de cines que corran esa suerte...
ResponderEliminarBesos
Bueno, es que esa gente jamás abandona su espacio y su universo, normal...
ResponderEliminarBesicos
Ciertamente, Belén... Están con nosotros, viviendo en un plano paralelo... Y créeme, que sé de lo qué me hablo...
ResponderEliminarBesicos.