lunes, 25 de agosto de 2008
Ya no queda nada de aquello
Con el paso del tiempo las personas vamos cambiando, adaptando nuestras filosofías a los tiempos que corren, o a la madurez correspondiente a la edad, muy diferente a la representada de cara a la galería. El otro día, mientras mantenía una conversación sobre esto, me respondieron que llevaba muchísima razón, que mi físico había cambiado y nada tenía que ver con mi adolescencia... Me pareció extremadamente superficial que esta persona, mayor de edad que yo, sólo se diese cuenta de los cambios físicos, y no de toda la evolución mental, espiritual o interior. Pero tampoco me extrañó mucho, ya que atravesamos una época de superficialidad, donde sólo importa tener la mejor presencia de cara al exterior, sin tener en cuenta las carencias interiores, que no suelen ser pocas. Cada vez es más triste que la superficialidad vaya ganando más adeptos y adeptas , mientras que los valores interiores son olvidados con más frecuencia. Muchas veces me pregunto dónde estarán los pensadores como Victor Hugo, que nos enseñaban la valía y belleza interior. Esta desculturización y realzamiento de las apariencias tiene que desaparecer. Es necesario aceptar a los demás por lo qué nos ofrecen, y dejar que lo hagan, aunque su imagen y apariencia no estén dentro de los cánones exigidos por el resto.
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