Existe una realidad palpable y tangible, como la vida y la muerte, que es la de los estratos sociales, y las diferencias socioeconómicas. En este mundo de de riqueza mal repartida y consumismo extremo, no son pocas las personas que tienen como única fuente de ingresos a la mendicidad. Son tantas las historias que llevan a la mendicidad, como personas que la ejercen, y se merecen el mayor de los respetos, siempre y cuando no especulen con dicha forma de vida.
Mientras daba un paseo, se me acercó un indigente, exigiéndome que le diese una limosna, a lo que me negué, pues sé que esta persona saca en un día más de lo que yo soy capaz de ganar al mes, pues la zona donde se sitúa es uno de los mejores sitios para hacer negocio. Al escuchar mi respuesta, comenzó a recriminarme mi actitud, como si se tratase de una obligación el mantener su altísima economía, pese a que su sucio y deplorado aspecto pueda indicar lo contrario. He de decir que me parece de una extrema crueldad usar la pena y la mentira para lograr beneficios económicos y lucrarse de forma escandalosa. Es por eso por lo que prefiero dar algo de calderilla a un músico que a quién ejerce la mendicidad como un rentable negocio y manipula para que ese negocio no quiebre.
yo los mandaba a la camara de gas
ResponderEliminarDígame, Jaime, ¿Qué motivo es la mendicidad, especulativa o no, para ser condenado a la pena de muerte? Su comentario dice mucho de usted, y me abre los ojos con respecto a sus ideas. Yo pensé que sólo disfrutaba insultándome, pero veo que no...
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