Poco importa el lugar donde sucedió este relato. Poco importa la época del medievo en la que sucedió la historia que les voy a relatar. Pasen, pasen, siéntense alrededor de la luz de las velas y escuchen la leyenda que les voy a contar.
En aquellos tiempos tan pretéritos era uno de los más suntuosos y lujosos castillos existentes, gobernado por un señor de la guerra y su esposa, los herederos de una larga tradición militar y señorial, poseedores de un extenso feudo, que alcanzaba allende la vista alcanzaba. Ambos eran la reencarnación de los más hermosos dioses de la belleza. Los cabellos dorados de la señora y su angelical rostro iluminado por sus ojos de color esmeralda eran el objeto de deseo de los hombres que no sólo trabajaban para ella trabajaban, puesto que sus sinuosas curvas cubiertas por vaporosos vestidos eran mostradas a todo el mundo, y la envidia de las mujeres. Él tenía la elegancia de un bailarín, en su robusto cuerpo forjado en mil batallas, no exenta ninguna de crueldad y sangre. Su extensa melena azabache sólo era cubierta por los cascos cuando luchaba para conquistar más territorios. Eran la viva reencarnación de la belleza en su estado más puro. Pero lo que nadie sabía es que tras esa bella y envidiada belleza se escondían los seres más crueles que podían pisar el mundo conocido, que harían palidecer de pavor a cualquiera de los demonios surgidos del inframundo. Expertos en la tortura y el asesinato, no dudaban en azotar a cualquiera de sus súbditos por el simple placer de hacerlo, sin importar que aquellas palizas estuviesen o no justificadas. Era tal el terror que infundían que la sola mirada de aquella mujer petrificaba a cualquiera. Durante años, hay quien dice que siglos, el miedo era el tercer gobernante de aquel feudo, hasta que surgieron las primeras voces disidentes, acalladas en un primer momento, mas aquella primera insurrección fue el germen de lo que una noche de luna llena sucedió, cuando una enfurecida turba logró acceder a la Torre del Homenaje para dar muerte a aquellos opresores. Mientras el señor de la guerra sufría las iras de los oprimidos, juró venganza, antes de que su vida fuese arrebatada, como tantas veces hizo anteriormente.
El castillo quedo en el olvido. Nadie volvió a hablar de él, ni a visitarlo.
Pasó el tiempo. Transcurrían lentos los años al principio, rápidos los siglos cuando la última persona que recordaba la sangre derramada falleció. A mediados del siglo XX una poderosa familia adquirió la propiedad, a un precio irrisorio, ya que no entendía cómo aquella extensión de terreno podía tener tan poco valor. Poco conocían sobre la tétrica historia de horror que siglos atrás acaeció, y que tanto aterró a los habitantes del lugar. Los nuevos propietarios decidieron hacer de aquel palacio su residencia principal, ya que les gustaba el sitio. Una mañana, el menor de los vástagos descubrió una puerta cerrada, que latía y que le llamaba. Sus padres lo buscaron por todo el castillo, cada habitación, cada rincón, cada pasadizo, pero su hijo no aparecía por ningún lado. Pasó una larga semana, cuando una noche se escuchó un desgarrado grito de auxilio:
- ¡No atraveséis esa puerta! ¡Ahora os quieren a vosotros!
Muy interesante, pero me he quedado con tres palmos de narices en lo mas emocionante
ResponderEliminar¡¡¡La continuación por favor!!!
Está basado en un hecho real. Desconozco si salvaron al niño... Pero me da una idea para una segunda parte...
ResponderEliminarQuizá para una novela, más que un relato. Ya te contaré
ResponderEliminar