miércoles, 12 de diciembre de 2007
Barreras arquitectónicas
A veces no somos conscientes de las barreras arquitectónicas hasta que las sufrimos en nuestras propias carnes, o en las carnes de alguien cercano. He vivido esta situación hace unos días, cuando tuve que ver a una persona muy especial para mí, y que va en silla de ruedas, ya que padece esclerosis múltiple. Yo sabía que era difícil acceder a según qué sitios a las personas como ella, que se mueven en silla de ruedas, pero lo qué nunca imaginé es que algunos sitios fuesen inaccesibles. Si a las barreras físicas sumamos las humanas, el resultado puede ser demoledor. En una ocasión, pedí que se abriese una puerta de control de un recinto, tras explicar la situación que anteriormente narré, y el encargado de la seguridad nos dijo que existía una prohibición para la apertura de una verja metálica, lo cual encendió mi ira y despertó mi incomprensión, ya que este señor no entendía, o más bien no quería hacerlo, que estaba poniendo obstáculos a una persona con una grave minusvalía física. Me parece que estas actitudes deberían avergonzar a todos, pues nunca sabemos qué nos puede deparar la vida ni el destino, y condenar a alguien a una carrera de obstáculos es algo ruin y rastrero. Afortunadamente, cada vez van existiendo más sitios adaptados y las barreras arquitectónicas van desapareciendo, y todos vamos teniendo las mismas oportunidades de movernos libremente por donde queramos.
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