Estimada Señora Díaz Pérez:
Me dirijo a usted por segunda vez para explicarle mi situación, al igual que al resto de la Ciudadanía. En el mes de marzo de este año 2024, me vi obligado a presentar la solicitud de Ingreso Mínimo vital, debido a mi precaria situación económica. Se me solicitaron una serie de documentos, los cuales fui aportando puntualmente. ¿Sabe por qué? PORQUE NO TENGO NI PARA COMER. Y sí, recalco esto porque mi situación es desesperada. Tengo la suerte de estar rodeado de personas maravillosas que me ayudan a diario y no me dejan caer porque me traen un plato de comida, me invitan a desayunar o a veces me prestan dinero. Otras me ofrecen algo de trabajo y compran mis libros. No obstante, los meses siguen pasando y la respuesta a mi solicitud fue negativa. Si, señora Díaz. Me han denegado el IMV. Y lo he reclamado. Porque lo necesito para sobrevivir. Y mi reclamación sigue en curso. Como un trámite más. Porque para ustedes, que se les llena la boca hablando de escudo social, nosotros somos un número. y no, señora Vicepresidenta, no. Detrás de cada solicitud hay personas DESESPERADAS porque no tienen un bollo de pan que darle a sus hijos. No es un capricho baladí solicitar esta ayuda, no. Se hace porque se necesita. Se hace porque duele mucho un frigo vacío o el cúmulo de facturas impagadas. De nada sirve que se paguen los atrasos. Se agradece, eso sí, pero de nada sirve cuando el hambre aprieta y la desesperación se viene a vivir a casa. No podemos esperar meses, o incluso años, la resolución de un trámite. Porque no es un mero trámite. Es mucho más. Y ustedes no están haciendo absolutamente nada por revertir la situación. De cara a la galería, todo es muy bonito, pero de puertas para adentro no es así. Desconocen la realidad social, esa que necesita ser protegida con urgencia. Esa que ve pasar los días mientras el dinero se acaba, el frigo se vacía y las facturas sin pagar aumentan. Deberían volver a pisar la calle, hablar con la España real, escucharles y sentarse en la mesa de alguien que hace el esfuerzo de echar un puñado más de garbanzos para ese vecino, amigo o familiar que lo está pasando mal.
Un cordial saludo,
Gabriel Díaz Barragán
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