Páginas

sábado, 15 de diciembre de 2007

Relato de la semana: La verdadera historia

Muchas veces, la realidad pasa a ser historia. Muchas veces, la historia se convierte en mito. Muchas veces, el mito se convierte en leyenda. Así conocí yo la verdad sobre una de las leyendas que circulan entre las gentes de mi pueblo. Sucedió hace varios siglos, cuando yo no era más que un pequeño elfo que jugaba por los caminos...
Una tarde, me dirigí a casa y, totalmente ilusionado, le rogué a mi abuelo:
-Abuelo, abuelo, cuéntame la historia...
-Pero si ya la sabes-respondió él... -. Todo el mundo la sabe...
-No esa historia. La verdadera historia...
-Está bien, -prosiguió-. Siéntate aquí y no pierdas detalle. Vas a saber qué sucedió la única vez que los Pueblos Élficos y los Pueblos Enanos se aliaron para combatir a los Dioses del Mal, en una sangrienta batalla que muchos quisieron olvidar por su crueldad... Afortunadamente, ya no queda ninguno de aquellos valerosos guerreros. Ninguno salvo yo... -¿Afortunadamente?-pregunté yo.
-Los recuerdos pesan demasiado y no todo el mundo los aguanta-respondió él, prosiguiendo con su relato-. Y lo qué vas a escuchar es lo qué pasó en realidad, lo qué la leyenda desvirtuó con el paso del tiempo... Fue la más cruenta de las confrontaciones jamás recordada. Fue la más cruenta de las confrontaciones jamás vivida...
"Tras aquél momento, muchos elfos decidieron morir, pues los recuerdos pesaban. Nunca habían imaginado que la guerra fuese algo lleno de tanta muerte, tanto dolor, de tanta sangre... Nunca hubiesen imaginado que el mal hubiese podido corromper a seres tan puros y tan maravillosos como los elfos. Pero fue así...
"Muchos de aquellos elfos fueron corrompidos por las fuerzas del mal, convirtiéndose en nuestros némesis, nuestros archienemigos... Abrazaron las sombras, nos traicionaron.
"Entre esos traidores estaba mi hermano-prosiguió con la voz rota y un mar de lágrimas que inundaba sus iluminados ojos verdes élficos-. No sé por qué tuvo qué hacerlo. No sé por qué tuvo que fallarnos... Pero eso hizo que naciese la leyenda...
"Era noche cerrada, y las lunas estaban ocultas. Tan sólo se iluminaba el cielo, gracias a las brillantes estrellas que nos contemplaban como nuestros antepasados. Un grito en el silencio fue el peor presagio que un elfo o un enano pueden tener... Sabíamos qué era, pero no nos atrevíamos a decirlo... Sabíamos que en el momento en que los soles despertasen, nos dirigiríamos a una muerte segura... Pero era un riesgo que estábamos dispuestos a correr... Nuestros generales, Valtharion por nuestro pueblo y Thurisand por parte de los enanos, daban las órdenes precisas para que nada fallase... Debíamos protegeros de aquella amenaza oscura. Tú no habías nacido. Tu padre no había nacido...
"Cada pueblo se concentraba por separado para afrontar su destino... Anteriormente habíamos estado reunidos, elfos y enanos, en unas agradables noches sin precedentes que sólo yo echo de menos, pues ya no quedan enanos ni elfos que estuviesen allí, y las relaciones entre ambas civilizaciones se han ido enfriando con el paso del tiempo... Incluso hubo una guerra en la que volví a combatir, pero esa es otra historia que otro día te contaré, pues hoy quieres conocer la verdadera historia. Lo qué sucedió antes de abandonar el pueblo que nos vio nacer... El pueblo que fue trasladado piedra a piedra por los magos que sobrevivieron.
"Había llegado el momento. Los enanos con sus máquinas de guerra y nosotros, con nuestros magníficos guerreros y magos, esperábamos el avance de los Dioses del Mal. En el campo de batalla observábamos, en silencio, todo aquello que temíamos. Los fieros soldados enanos golpeaban en el suelo con el canto de sus gigantescas hachas. "Nuestros caballos relinchaban y los comandantes esperaban el momento de lanzar el ataque...
"Valtharion habló en la lengua común:
"-¡Infantería!.¡Preparados!.¡Atacad!
"Y así sucedió. Miles de elfos, armados con espadas y lanzas se lanzaron a una muerte segura... Miles de enanos se lanzaron a una muerte segura... Las fuerzas del mal repelieron el ataque sin ninguna dificultad... No llegaron a rozarlos, pues un hechizo los desintegró antes de golpearlos. Nuestros magos lanzaron varios hechizos sobre las flechas y máquinas de guerra de nuestros aliados... De aquellos cañones y arcos salían fuegos capaces de destruir todo lo qué se pusiese en su paso... Y así empezó a suceder... Las criaturas del mal iban desapareciendo entre gritos de muerte que no hacían otra cosa que motivarnos.
"Dos de nuestras unidades, una en la cual se hallaba mi hermano, y otra de los Señores de las Minas, decidieron rodear y atacar por la retaguardia, sin consultar a Valtharion o a Thurisand. Nadie lo vio con buenos ojos, debido al peligro que aquella gesta suponía, pero se empeñaron. Yo traté de persuadir a mi hermano, pero estaba cegado. Él era el impulsor de aquella división interna, y no atendía a razones... Así que, armándose de valor, reclutó a varios soldados de ambos bandos y, montando en caballos y máquinas de guerra, decidieron seguir adelante con su plan...
"Cuando Valtharion y Thurisand se enteraron de aquello, montaron en cólera, pero se mantuvieron unidos. La alianza pesaba más que una división interna. En el campo de batalla veíamos caer a nuestros compañeros, a nuestros amigos, a nuestros familiares... Me resulta difícil hablar de ello... Fue una auténtica masacre... Pero lo verdaderamente doloroso fue lo qué sucedió a punto de finalizar la batalla... Nuestros compañeros fueron seducidos por el mal que fueron a derrotar... Muchos murieron, muchos huyeron, entre ellos, yo. No quería enfrentarme a mi hermano. No quería morir...
"Regresamos a nuestra fortaleza, entre lágrimas por la traición sufrida y por los muertos... Los enanos nos transportaban y apoyaban. Nuestra pureza y fragilidad eran notables. Estábamos rotos... Nunca un elfo había traicionado antes a su hermano... Fuimos recibidos, de forma sencilla, por nuestra Reina, Aredhel, que desterró a mi hermano y los otros, perdonándome a mí por algo que temía... La traición. Era responsable de mi hermano. Nunca olvidaré sus palabras:
"-Tu hermano decidió por sí mismo. Nadie puede ser culpable de lo qué otros hacen bajo su responsabilidad.
"En esa ocasión perdimos los elfos y enanos, la única en que una alianza no fue capaz de soportar un ataque. La leyenda cuenta que no fue así. Que derrotamos a las fuerzas del mal. Pero yo sé la verdad. Yo sé lo qué pasó. Porque yo estuve allí...”
-¿Y por qué mienten, abuelo?-pregunté yo.
No mienten. Al cabo de los años se van transformando las cosas, según interesen. Recuérdalo.
-Lo haré. Te lo prometo.
Han pasado muchos siglos desde aquello, y mi abuelo se reunió con sus antepasados. Ya nadie recuerda la historia. La verdadera historia. Nadie salvo yo, Valtharion, que llevo el nombre de aquel valeroso guerrero que unió a dos pueblos irreconciliables.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión es importante